miércoles, septiembre 9

El fabuloso destino de Amélie Poulain


No recuerdo cómo ni por qué llegué a esta película, ni siquiera cuándo la vi por primera vez, pero recuerdo a la perfección cómo me sentí en ese momento, porque aún lo percibo cada vez que la veo. La sensación fue de felicidad.

(Para evitar una descripción aburrida y con la esperanza de motivar a ver la película a quienes no la conozcan, dejo el tráiler en español):


Me enamoré de esa forma de narrar cine que no había conocido antes... Hasta en los momentos tristes está llena de humor, de alegría y, lo más importante, de vida.
Me enamoré de la música instrumental, que merece un post aparte, tan elocuente que casi logra narrar todo sin necesidad de diálogo.
Me enamoré de los personajes que son únicos, en especial la propia Amélie, y sus descripciones a través de las pequeñas cosas que les gustan porque les generan algo lindo y de aquellas que no.
Me enamoré de los colores, los verdes y rojos que inundan el París de Amélie.
Me enamoré de ella, de su sonrisa traviesa que es cómplice de cada uno de nosotros, de su simplicidad para emocionarse, de su inocencia no tan inocente.

La historia de Amélie es muy particular y a la vez no. Particular en la medida que es una chica diferente a las demás, lo cual se debe a la soledad en la que se vio sumergida hasta que se fue de su casa hacia París. Y aún en ese momento continúa siendo la persona más solitaria, ya que convive con los otros, pero nunca se involucra con ellos; está pero a la vez no. Esto es algo fundamental porque la determina, hace que su forma de ver el mundo sea tan particular como ella misma.

Por otra parte, no lo es en tanto su historia podría ser la de cualquiera de nosotros. Alguien que decide hacer algo por los demás, algo tan pequeño que parece irrelevante pero que a cada uno lo llena de felicidad. Alguien que se enamora y siente que no puede arriesgarse al amor. Alguien que tiene sueños pero tiene miedo a cumplirlos.

Y es justamente esto lo que hace de Amélie alguien tan maravillosa. Porque nos muestra que uno es como es y eso está bien, que los sueños pueden tener lugar y que hay que tener la valentía necesaria para ser felices.

Porque, en definitiva, se supone que todos queremos tener al menos un poquito de felicidad. La cuestión es que es posible... Nosotros podemos ser Amélie.